Museum of Failure : Conoce el delirante museo que recoge los fracasos de las marcas

por Administrador

museo[1]
Comparte con tus amigos

En el mundo de los museos hay unas cuantas aportaciones que van un poco más allá de lo curioso. Son casi anti museos. En Zagreb, la capital de Croacia, hay un museo sobre las relaciones rotas, en las que quienes han visto cómo acababa una relación amorosa pueden enviar los restos de la misma. En sus paredes se exhiben por tanto aquellas cosas que un día significaron algo para alguien y que ahora solo son recuerdos de un amor que no fue. En Boston hay un Museum of Bad Art, el museo de los cuadros y otras obras artísticas que son tan malas que tienen que ser vistas. El museo recopila esas obras que cruzan la frontera de lo peor en términos de arte, lo que ningún crítico recomendaría comprar, en definitiva. Y ahora en Suecia hay el anti museo del mundo de los negocios: es el que recoge los fracasos de las marcas y de las empresas.

El Museum of Failure está en Helsingborg, una localidad sueca cercana a Malmá. Un psicólogo experto en psicología organizacional, Samuel West, es su creador. Se inspiró en el museo de las Relaciones Rotas de Zagreb, aunque su área de trabajo es otra. «Cada vez estoy más cansado de las historias de éxito con las que nos alimentan a la fuerza y que se supone que deben inspirarnos», señala Vale, pueden ser inspiradoras, pero no nos cuentan mucho de lo que podamos aprender»,

En el museo no hay por tanto grandes historias de éxito, sino más bien grandes historias de fracaso. Un perfume de Harley Davidson que nadie quiso comprar, una caja de DVD del difunto Blockbuster, los muy criticados bolígrafos Bic for Her o los productos de Kodak son algunos de los productos que se pueden encontrar en la colección, junto con otros mucho menos conocidos como el N-Gage de Nokia, un smartphone que también era consola de juego y que la firma vendió entre 2003 y 2005, o como el TwitterPeck, un dispositivo que costaba 200 dólares y que solo permitía acceder a Twitter (y aunque apareció en la época dorada de Twitter, no logró conectar con el mercado).

También están en la colección el asistente de Apple Newton, que duró más que la consola de Nokia en años en ventas pero que era tan caro (y malo) que no logró conectar con el mercado; o el juego de mesa de Donald Trump, que a pesar de que no lograr vender lo que esperaban sus creadores vivió entre 1989 y 2004 (con el eslogan de «he vuelto y estás despedido»).

Aunque siempre se acaban contando los casos de éxito y las historias de grandes descubrimientos que cambian las cosas, lo cierto es que la mayoría de los intentos por innovar acaban en fracaso. Entre el 80 y el 90% de los productos innovadores acaban fracasando. Ver el fracaso de los demás, especialmente cuando tiene detrás a grandes marcas asociadas tradicionalmente al Éxito (entre las piezas del museo hay productos de Google o de Coca-Cola, puede ayudar no solo a comprender mejor la realidad sino también a sentir menos miedo al fracaso. Todo el mundo se equivoca y por ello no se debe sentir miedo a probar lo nuevo.

Fuente: www.puromarketing.com